El lenguaje vivo y la inteligencia artificial

POR ELEONORA D´ALVIA

Cuadro: "Lluvia invertida"
Jeuroz´23

La máquina de ser feliz


And so I like to have it up this end
You know They use a telephone

(Y por eso me gusta tenerlo hasta este extremo

Sabes

Ellos usan un teléfono)



Pedimos perdón

Corriendo, enmascarando el fin

Por eso te busqué, por eso diseñé

La máquina de ser feliz


Plateada y lunar

Remotamente digital

No tiene que hacer bien, no tiene que hacer mal

Es inocencia artificial


Prende y se apaga sola

Sale después de hora

Hay tanta gente sola

Hoy tanta gente llora


Con forma de un pez

Nadando en mares de Ravel

No sé si la robé, no sé si la pedí

O simplemente estuvo ahí


Un día se me fue (un día se me fue)

Ese día yo volví a reír

Y la felicidad no existe en soledad

La máquina no puede dar


Charly García


Introducción


El modo en que nos pensamos como seres humanos está vinculado al modo en que construimos nuestro mundo, y al modo en que pensamos al robot, a nuestra imagen y semejanza, es decir, según el ideal. En una conversación acerca del avance de la inteligencia artificial se sugirió si el robot no sería una versión contemporánea y tecnológica del ángel de la religión. Me gustó esa sugerencia en el sentido de que hay una continuidad entre el idealismo del humanismo, y esta idea del robot como un sistema de datos sin cuerpo, sin ser vivo. Un idealismo detrás del cual está la idea de que el pecado, el defecto del pensamiento, proviene de la inclinaciones del cuerpo, de nuestra animalidad, por decirlo así. Y donde lo espiritual, la razón, proviene de Dios. Como una especie de hipermodernidad, más que una postmodernidad o transhumanismo. La idea de convertir al hombre en un superhombre a través del robot, que eliminaría el error. Dice D. Haraway que el realismo figurativo proporciona la forma al discurso cristiano y este tipo de figuración moldea gran parte del sentido tecnocientífico de la historia y del progreso. Ubica a la tecnociencia como un discurso milenarista sobre los comienzos y los finales, sobre el sufrimiento y el progreso. Lacan dice algo interesante acerca del progreso. Dice que la idea de progreso está dada en tanto se cree en el imperativo implícito en la naturaleza del significante. Lo vincula con la estructura del discurso del amo, con el hecho de que en un cierto lugar alguien hace semblante de comandar.


...toda la política reposa sobre esto, que todo el mundo está muy contento de tener a alguien que diga “Adelante”, y no importa hacia dónde.”(J.Lacan 1975)


He partido para el desarrollo de hoy de ciertas experiencias y ocurrencias experimentadas en mi relación con el robot. Me han ayudado dos poetas, Charly García y Leopoldo Marechal, los poemas en especial, La máquina de ser feliz del primero, El poema de robot, del segundo.

La primera cuestión que siempre me molesta, cuando me veo confrontada con un robot o IA para hacer un trámite, por ejemplo, está vinculada con algo que dice Marechal, me molesta tener que pensar cómo procesa la información el robot para que el robot pueda hacer lugar al trámite que necesito realizar. Tengo que reducir mi frase a la literalidad, como pasa con el buscador Google. Cada vez que esto me sucede, pienso, cuánto me gustaría estar conversando con un ser humano, en vez de tener que forzar mi palabra al nivel del dato, para que el robot dispare la respuesta adecuada al sencillo trámite que tengo que hacer. Es tal la ineficiencia del robot, comparada a la velocidad en la que el sentido común de otro ser humano puede comprender la sencillez de mi pregunta, que siempre pienso en lo malintencionado del que coloca al robot en esa función, en lugar de pagar a un ser humano para que la realice. El aporte del poema de Charly García lee el sentimiento: cuán sola y desamparada me siento al encontrarme de golpe con el robot, en el lugar donde esperaría encontrarme con otro ser humano.

Nadie parece preocuparse por los efectos sobre nuestra civilización de la cada vez mayor dificultad para conversar que existe en nuestras sociedades, donde los intercambios humanos son cada vez más intermediados por robots. La cantidad de palabras de las que dispone el hablante son cada vez menos, señala Rodolfo Alonso, el poeta, con alarma, al hablar de los efectos perniciosos sobre la poesía de los medios masivos de comunicación y las redes sociales. Las aplicaciones diversas que más utilizamos conocen una cantidad limitada de palabras. Me pregunto por los efectos nocivos de estas prácticas digitales sobre nuestro habitat natural que es el lenguaje. Nos vemos forzados por la digitalización cada vez mayor de diversas áreas de nuestra vida, a tratar cada vez más con la lógica robot, por demás empobrecedora de la experiencia de la existencia. El presente trabajo se propone sostener que la lógica de lo digital empobrece la experiencia de ser sujetos de lalengua. Lalengua, (lalangue) es la huella del saber hacer del inconsciente. Cuando estamos frente al robot, la positividad del dato inerte reduce el campo simbólico a una exactitud que no contempla el equívoco.

Para desarrollar este pensamiento me valdré sobre todo de una conferencia que J.Lacan dio en Ginebra en el año 1975 sobre el síntoma.


Es cierto que es en la manera en que la lengua ha sido hablada y escuchada, para tal o cual en su particularidad, que enseguida algo resurgirá en sueños, en toda suerte de tropiezos, en toda suerte de maneras de decir. Es, si ustedes me permiten emplear este término por primera vez, en este matérilisme que reside el asidero del inconsciente, quiero decir que eso es lo que hace que nadie haya encontrado otras formas de sustentar lo que he llamado recién, el síntoma. (Lacan, 2007b: 126)


El modo en que el pequeño se apropia del lenguaje es a través de jugar con los significantes, con los sonidos que resuenan a través de la repetición de ciertos fonemas. Es el famoso gorjeo del niño. Se percibe en él cierto regocijo al jugar con los fonemas. Se establece entonces, un modo lúdico de vincularse con la lengua que se habla. Esta relación jubilosa con el lenguaje se ve afectada durante la escolarización del niño al adquirirse a través de la escritura la exacta forma que se corresponde con el significante en cuestión. La imposibilidad de la ambigüedad en el uso de la lengua produce mortificación.


el lenguaje que no tiene en absoluto existencia teórica, interviene siempre bajo la forma de lo que yo llamo con una palabra que he querido aproximar lo más posible a la palabra: lallationm– lalangue (gorjeo – lalengua) ..(Lacan, 2007b: 126)


Aborda en este momento el asunto de que La mujer no existe, y se refiere a que las mujeres no

se enrolan en ningún universal.


No es solo que no hay La mujer, La mujer se define por ser lo que yo ya he dicho antes y que lo repito para ustedes, ser del No toda. Esto va más lejos, y no viene del hombre, contrariamente a lo que creen los miembros del Mov. Lib. Femenina., es de ellas mismas. Es en ellas mismas que son No todas. A saber que ellas no se prestan a la generalización. Incluso yo lo digo entre paréntesis a la generalización falocéntrica.


Dice sobre el final de de esa conferencia que él piensa a veces que al lenguaje lo inventaron las mujeres. Es decir, que esta condición “no toda” en relación a lalengua es inherente al lenguaje mismo. Lenguaje vivo, como contrapartida al dato, que no llega a la categoría de lenguaje.

El inconsciente está estructurado como un lenguaje, dijo Lacan. Este uso de la palabra lenguaje está influido por el pensamiento de F. de Saussure. Para éste el lenguaje es mucho más que la organización de la lengua que hace sistema, que puede hacerse dato, fijarse por ejemplo a través de un diccionario. Dice Saussure en el Curso de Lingüística general, cuando quiere dar cuenta del lenguaje, que el lenguaje es un fenómeno multiforme y heteróclito:


a caballo en diferentes dominios, a la vez físico, fisiológico y psíquico, pertenece además al dominio individual y al dominio social; no se deja clasificar en ninguna de las categorías de los hechos humanos” (Saussure, 2007, T.I: 57).


Empobrecimiento digital


Hay dos descripciones del empobrecimiento digital que voy a tomar para luego volver sobre la cuestión de la afectación de la lógica digital sobre el ser humano.

Tomo en primer lugar, el desarrollo que hace al respecto Miguel Benasayag en su libro “La singularidad de lo vivo”, en el apartado “El horizonte digital. Cuando el territorio deviene el mapa.” Allí él da cuenta de la operación que realiza la informática.

Todo lo que la digitalización toca (modeliza) se vuelve información, en bits, en ceros y unos, en unidades discretas. Podríamos creer que las modelizaciones de lo real operadas por las máquinas digitales no son otra cosa que un simple modo de acceso a un cierto conocimiento del mundo. El problema es que todo lo que se modeliza para una discretización de lo real en términos digitales – es decir, capturando bajo la forma de puntos finitos aquello que, en la realidad, existe siempre como intervalos en un continuo, ni predefinibles ni separables- no se considera más como representaciones del mundo, sino como el mundo mismo. Por el “redondeo digital”, nosotros modelizamos un intervalo como si fuera un punto, esto es lo propio de la modelización digital.

Lo que hace la inteligencia artificial es tomar el mapa por el territorio. Tomemos el ejemplo del ADN. El ADN no es un soporte de información como se cree, no se trata de un simple proceso de lectura y traducción. Ese ser vivo se produce en un campo biológico. Depende de múltiples procesos físico-químicos. El ADN necesita un contexto donde sucede el proceso material.

El “mundo lego” designa, entonces, un mundo transformado en mapa, donde desaparecería todo roce entre la teoría y lo real, entre hipótesis y mundo, en una comunidad de sustancia sin alteridad.


Byung Chul Han, se detiene en el modo en que esta lógica del mundo digital nos afecta, qué implica para nuestra subjetividad. En su libro Capitalismo y pulsión de muerte, en un apartado que llamó Eros vence a la depresión plantea lo siguiente respecto de la sociedad digitalizada en la que vivimos. En el mundo contemporáneo se elimina la alteridad. Estamos ante el infierno de lo igual. El Otro, el objeto, la alteridad o el obstáculo me arranca de mi interioridad narcisista. Una sociedad sin el Otro es una sociedad sin eros. El eros está vinculado a la negatividad. El mundo digital es el mundo de la positividad, todo puede ser transformado en dato. Estamos ante fenómenos clínicos vinculados a los excesos de positividad. El anhelo, en cambio, se nutre de lo imposible. La teoría digital es la teoría de la transparencia y de la inmediatez. Hay una pretensión de visibilidad inmediata y de visualización total. En el big data no hay erotismo, ya que la condición del erotismo es que algo no se deje ver. Lo que que encontramos en la web es pornografía.


La singularidad de la vida


Benasayag propone estudiar y detenerse en la singularidad de la vida, en cómo podría describirse lo propio de un ser vivo a diferencia de la lógica digital que antes describimos sucintamente.

En un campo biológico cualquiera, ningún elemento está por fuera de su contexto. Hay una unidad sustancial del campo, cada organismo o especie no es un individuo sino que es un pliegue del campo biológico. Su interior es un tejido de exterioridad como una cinta de moebius. Hay discontinuidades, diferentes formas de funcionamientos dentro de una continuidad, diversidad de funcionamientos.

La vida es un fenómeno de contexto. El campo biológico no es un organismo sino un tejido múltiple con una unidad propia. La identidad es una unidad en lo intensivo, es decir una unidad interna en la que participan partes extensivas, que a diferencia de los agregados y artefactos, los seres vivos pierden continuamente. Renuevan y cambian sus partes extensivas hacia la muerte. La invariante de un ser vivo es su cambio permanente. La unidad es producida por la función. Se actualiza a partir de su parte intensiva. Lo intensivo es un modo de funcionamiento. El autor cita a un biólogo chileno, Humberto Maturana (1928/2021), que generó el concepto de autopoiesis como la condición de existencia de los seres vivos en la continua producción de sí mismos.


Los seres vivos son redes de producciones moleculares en las que las moléculas producidas generan con sus interacciones la misma red que las produce.

Maturana: Transformación en la convivencia.


Para Benasayag, los seres vivos son seres históricos tomados por el tiempo futuro anterior. Una tensión permanente entre dos polos: hacia donde va su deseo y la reactualización del pasado.

El sujeto del inconsciente sería la función de la que se trata en el ser humano. Lacan la llamó el sinthome. El sujeto no es un dato. No consiste en ningún dato. Justamente es de lo que no se puede tener ningún dato. Porque es la función misma.

Es la función la que produce el órgano. Y no el órgano el que produce la función. Y dicha función se encuentra articulada dentro de un tejido de lo vivo que no puede escindirse como si se tratara de un individuo que existe por sí mismo. La función se transmite de generación en generación. Y también se transmite en la trama que conformamos como seres hablantes.

Así, nuestra naturaleza de sujetos de la lengua sería intrínseca a nuestra categoría de ser vivo biológico y no algo extrínseco al campo biológico como lo interpreta la separación entre naturaleza y cultura que propulsa el humanismo a partir de la idea aristotélica que separa el mundo de las ideas del mundo de la animalidad.


La naturaleza del ser vivo sujeto del significante y el dato digital.


Lo que se sustrae a la cadena significante es, podríamos decir, lo fundamental. Aquello que la causa, y que se sostiene por esa articulación que está vinculada a un saber-hacer que se transmite.

Una dimensión no digitalizable, donde la muerte del ser vivo juega un lugar decisivo en el desarrollo de su existencia.

Pero a la vez, esa singularidad es también como en el mundo biológico descrito anteriormente, dependiente de su contexto del que forma parte. Ese saber-hacer con la lengua, nuestro modo como especie de arreglárnoslas con nuestra existencia como ser vivo, se transmite en la cultura, forma parte de nuestra naturaleza. La cultura humana no se contrapone con la Naturaleza, que sería en esta versión una especie de posesión cedida por Dios a su dilecta obra y representante en la tierra, el hombre, como dicta el Génesis. Depende de los demás seres vivos que conforman el habitat material que compartimos porque su existencia como especie se sostiene en él. Esta verdad material está lejos de la versión idealista que imagina al hombre como una especie que puede sostenerse de manera individual, sólo por los propios medios que genera sin depender de otros seres vivos. El hombre autonomizado de su relación con los otros seres vivos, sostenido por el robot de su invención. Suena una versión bastante omnipotente de nosotros mismos. Pero no se trata sólo de la ecología como un llamado respecto de nuestra dependencia de la diversidad orgánica que sostiene la vida en el planeta que habitamos, sino como avisaba Rodolfo Alonso (1934/2021) en un artículo suyo publicado en 2019:


Los límites al indómito poder financiero globalizado ya no serán exigidos por perspectivas de justicia económica, política o social, sino por elementales razones ecológicas: el planeta no lo soportará. Y las graves consecuencias ecológicas no se limitarán a la naturaleza, a nuestro hábitat, sino que ya están afectando --y desde hace mucho tiempo-- a la misma condición humana. Una auténtica perspectiva ecológica no sólo deberá seguir tomando muy en cuenta los daños al planeta sino también, al mismo tiempo, el costo que todo ello ha tenido para nosotros, los seres humanos, en cuanto especie. Y en cuanto personas también, claro. ¿La poesía, que no es sino el lenguaje vivo, la lengua viva en su más alta expresión, podría ya no considerarse, sino resultar ajena a eso?”


El costo al que alude Rodolfo Alonso es que estamos afectando al lenguaje vivo que nos hace humanos.


“No usamos el lenguaje, somos lenguaje”


Sostiene Alonso, que las nuevas prácticas digitales y de los medios de comunicación, están empobreciendo nuestro lenguaje. Nos encontramos frente a una violencia casi universal sobre el lenguaje humano. Frente a su degradación en datos, diría yo.

El lenguaje humano es una producción viva que nos sostiene y que requiere para sobrevivir de un campo biológico (en el sentido del orden del encuentro de los cuerpos) que la sostenga como práctica cotidiana del habla. Es lo que está siendo afectado hoy, donde el encuentro social queda muchas veces subsumido por el orden establecido por el dato digital que intenta sobreimprimirse en él. Este intento es fallido, pero sin duda, está afectando y fragilizando nuestra existencia. Basta escuchar las dificultades que tienen hoy los más jóvenes para poder encontrarse entre sí y socializar. Encuentro con el otro a veces anticipado y cercado por el territorio que demarca lo digital. Dentro de la vida familiar, encontramos que los tiempos antes disponibles para la conversación hoy están siendo reemplazados por tiempos de uso de los celulares de uno o más de sus integrantes.

El ser humano no es un individuo, sino que se sostiene tanto en el Otro del lenguaje, como también en el otro congénere que primero lo acoge para poder vivir en la función materna y que jugará siempre en su existencia un papel fundamental.

La función del sujeto sostiene la existencia en su singularidad. Y esa función no puede sostenerse sin esos otros que conforman la trama, dado que lo decisivo se encuentra del lado del deseo del Otro.

La medicina hoy parece no tener en cuenta esta cuestión crucial y funciona en la lógica de lo digital, como si el ser humano estuviera sostenido por sus diversas partes que la componen, tratando así las afecciones, parte por parte, por separado. Al modo del mundo lego tal como lo describe Benasayag. Sin embargo la existencia del ser vivo que somos, se sostiene en la función sujeto y esa función es dependiente de esa trama social de la que somos parte.

Podríamos reformular la frase del poeta, somos lenguaje, estamos hechos con lalengua. Hay una función sujeto que nos fue transmitida como cierto saber hacer con el goce, como síntoma y opera con lalengua, un saber-hacer que hace cuerpo, hace realidad, sostiene la existencia. El sujeto del deseo inconsciente como algo real que queda por fuera de la cadena significante, que no puede convertirse en datos. La reducción a datos de la informática digital ejerce una mortificación constante sobre esa existencia real que somos. El peligro que nos acecha es el peligro de la mortificación. La agonía de la lengua viva de la comunidad que está cercada por la lógica informática. La mortificación hoy parece ser buscada por las prácticas semiótico-materiales de la tecnociencia. Reducir la existencia humana a la de un robot esclavo del consumo y bajo el dominio de la lógica del individuo abstracto. Una sociedad mortificada es una sociedad que agoniza pero no muere sino que más bien parece querer permanecer entre la vida y la muerte, propagando la mortificación. Viva la muerte, viva el inerte robot que claramente hoy vale mucho más que cualquier existencia humana.

No es que la ciencia y la tecnología no podrían ponerse al servicio de la vida, pero para eso, como dice Haraway, habría que preguntarse quién decide la dirección en la cual se produce la inteligencia artificial, inteligencia artificial al servicio de quién, de qué. Lo que podemos constatar es que esta supuesta inteligencia artificial no estaría al servicio de la felicidad humana, ni de su salud mental, ya que deliberadamente promueve adictos a los cuales los algoritmos se proponen manipular. Las relaciones sociales se traducen en datos, los gustos y las expresiones humanas más diversas se reducen a datos. Pero, ¿para quién? ¿Al servicio de qué? Los Estados que serían los garantes de los derechos del ciudadano frente a las corporaciones, no han encontrado el modo aún de defendernos de este peligro constante.

Hay muchos ejemplos clínicos que podría dar aquí para mostrar hasta qué punto la existencia se sostiene del deseo. Recuerdo que un paciente hizo el siguiente relato acerca de la muerte de su madre. Su padre había muerto hacía poco, una rápida enfermedad había terminado con su vida de manera intempestiva. Su madre se derrumbó frente a esta pérdida brutal. El paciente y su hermana se encontraban saliendo de la adolescencia para convertirse en jóvenes. Sus padres habían tenido amistad con otro matrimonio que estaban en una posición económica mucho más holgada y que poseían en ese momento una filmadora. Estos amigos invitaron a su madre una tarde a su casa y le mostraron varias filmaciones donde aparecía su marido junto con ella en varias escenas que habían compartido. El paciente se encontró con su madre cuando volvió a su casa y su madre le dijo: Hoy he visto a tu padre. Él al escuchar esta frase se alarmó. ¿Cómo que viste a papá? Sí, y no quiero seguir viviendo más sin él. A lo que él le respondió que la necesitaba, y que era muy importante en su vida. Dos semanas más tarde, su madre falleció por un derrame cerebral.

El proyecto de convertir a los seres humanos en robots, en seres inertes que funcionan mecánicamente y responden a una serie de comandos es un viejo proyecto de dominación de la Modernidad, no es ninguna novedad. Del desarrollo mecanicista al desarrollo informático digital ese proyecto ha avanzado considerablemente en su eficacia. La renegación de la muerte está allí implícita. Reniego de la muerte haciéndola reinar. Este sería para mí el verdadero trasfondo de lo que está sucediendo con la IA. No es sólo que simula al pensamiento a través del procesamiento matemático de datos. Si no que estos desarrollos toman por objeto nuestras existencias. Tenemos que estar atentos a esa operación que nos subsume a un dato, que nos deja sujetos al cálculo algorítmico. El peligro, sostiene Rodolfo Alonso, es la desaparición del lenguaje del centro de la civilización. Lenguaje entendido como la práctica de la conversación en el encuentro con el otro, como acontecimiento comunitario. Una conversación es aquello de lo que el robot es totalmente incapaz, tan incapaz como de pensar. El asunto es si nosotros aún y a pesar de nuestra cada vez mayor identificación al robot, podemos seguir perdiéndonos en estas prácticas inciertas de la conversación que hoy parecen no valer nada. Y sin embargo son signo de la vida humana.


Pienso en mi alma: "El hombre que construye a Robot necesita primero ser un Robot él mismo, vale decir podarse y desvestirse de todo su misterio primordial".

Leopoldo Marechal